Espada y hacha, sangre y fuego. Y es que desde
el principio de los tiempos en esta península ibérica hemos sido así; no te
creas que viene de hace poco lo de matarnos entre hispanos. A veces con motivos
y otras veces… bueno otras veces igual motivos no hay; pero las tradiciones hay
que mantenerlas vivas en el alma y una guerra civil cada ochenta años; o una
guerra con el pequeño reino vecino antes de la existencia de España; son obligatorias
en el hispano de bien. Se declare español, español y otro a la vez o solo otro.
Cada cierto tiempo hay que guerrear y se guerrea. Tradición es tradición.
A lo que estábamos, unas veces con mas
diferencia de tiempo otras con menos. Unas con la razón de la justicia de los
hombres otras con la razón de lo que es justo de corazón. Unas con la verdad de
la realidad y otras con la verdad de “Mi espada solo habla con la verdad y, si
opináis que miento aquí mismo sus degüello”; entre los nacidos en esta península
ha sido tradición habitual la de matarnos los unos a los otros. Y que a nadie
se le ocurra venir a molestarnos, porque entonces nos juntaremos todos para
matar a los que vengan a molestar antes de volver a lo nuestro, que es
matarnos. De esto bien informado esta un tal Napoleón, que llego a la península
hecho todo un campeón y salió de ella con la cara partida a guantazos. Volvamos a nuestra historia que si no nos desviamos hacia donde no debemos ir, ya que hoy vamos al siglo XV y no al XIX. Del pequeño caporal, la Grande Armee y demás asuntos napoleónicos ya hablaremos en alguna otra ocasión. Esta vez vamos a llevar flores a la tumba de un amigo.
Hace algunas semanas viajamos hasta el Moeche de 1431 a conocer a un héroe de leyenda; nuestro amigo Roí Xordo. Le acompañamos en su fulgurante carrera como valeroso líder rebelde sublevado; desde que asalto el castillo de Moeche con el propósito de afearle la mala conducta al cabroncete de Nuño Freire; alias el Andrade Malo; a la manera en que en la época se afeaban las conductas a los nobles: a golpe de asalto, fuego, guerra y muerte. La tradición de la época, ya sabéis: no debemos darle demasiada importancia. Le seguimos de castillo en castillo y llegamos hasta Santiago, donde tuvimos que retroceder y le vimos luchar en la batalla del Eume, donde cayeron a su lado, sin rendir sus armas, unos diez mil irmandiños. Y más de uno, sin duda, dejo caer alguna lagrima cuando el cabroncete de Nuño le amputo la mano y lo arrojo a la celda de Elvira antes de enterrarlo vivo.
Bueno, lo cierto del caso es que nuño no dejo
un mapa claro acerca de la localización de la tumba de Roí, las tradiciones de
la época no incluían honrar a los enemigos caídos si los considerabas
inferiores; o si eras Nuño el Malo. O si preveías que se fuera a convertir en
lugar de procesión y de homenaje que a la larga podría darte problemas. Así que
las flores las podemos dejar en cualquier parte de las cercanías de la
fortaleza de Nogueirosa, los espíritus de sus hombres caídos de seguro se las llevaran
al espíritu de Roí en nuestro nombre.
Os preguntareis la mayoría porque sé que el
espíritu de Roí recibirá las flores; la respuesta es sencilla: aunque Roí murió
en 1431, su espíritu y su liderazgo no lo hicieron. De hecho, entre el año 1431
y el año al que viajamos hoy, se produjeron multitud de… como decirlo; mini
alzamientos. Algunos de los hombres de Roí que pudieron escapar al triste
destino que les deparo la batalla del Eume. Bien por casualidades del destino,
bien porque Roí les hubiera encomendado otras misiones y no estuvieran en la
batalla presentes. Lo cierto es que estos hombres no dejaron que la muerte de
su líder les hiciera rendirse; fueron más cuidadosos y se volvieron a
organizar. De hecho, hasta 1467 aquí en Galicia las cosas estarían un poco; ¿cómo
decirlo suavemente?; estuvieron un poco calientes. Si hubiese habido televisión
en la época nos habrían pintado como Siria o como Ucrania. Aunque sería quizás
un poco exagerado.
En 1446 algunos de los supervivientes de las fuerzas
de Roí; consiguieron adiestrar una fuerza que pondría en jaque a los condes de
Allariz durante un par de años. En Viveiro sucedería algo similar, pero de
muchísima menor duración en 1454, en 1455 se liaría parda en Ourense y en Lugo
en 1457. Esto a nivel urbano; en el área rural el aquí degollamos al hijo
tercero del Señor y en respuesta los hombres del señor queman las viviendas de
diez campesinos escogidos al azar, era una práctica muy habitual; pero sin
llegar a convertirse en tradición o costumbre, no nos confundamos.
Era aquella una época en la que, en toda Europa
los reyes tenían poco más poder que una cuchara, y en el caso de la corona de
Castilla esto se agravaba con más problemas y pseudo conflictos civiles de los
que nuestro amigo Enrique IV podría desear. Lo cual hizo bastante para que; a
imagen de otros reyes en Europa; le repartiera algunas prebendas a las ciudades
y villas, de este modo se podía apoyar en ellas para enfrentarse a sus teóricos
En fin, así estaban las cosas por Galicia en
aquellos turbulentos años. Puesto que, salvo muy honrosas excepciones, la
mayoría de la nobleza de primera línea apoyo a su hermano Alfonso, el rey de
castilla Enrique IV, no tuvo mucho más remedio que autorizar la formación de las
santas hermandades en las villas y ciudades y bueno, cuando la cosa se empezó a
liar aún más parda decidió que, ya que tampoco podía prestar demasiada atención
al asunto, mejor no miramos demasiado hacia allí y mis leales ya se encargan.
Esta actitud de Enrique fue algo más bien habitual en la época a la que nos
referimos.Si ahora a esto le añadimos que, en el año 1466 se da una epidemia, antes se dio un paseíto la peste, y se sumó una racha de malas cosechas, con todo lo cual, los nobles vieron sus rentas disminuidas y, como suele ser habitual decidieron subir los impuestos. Esta vez los nobles de alta posición decidieron ser más ecuánimes, eso sí, así que para que nadie pudiera acusarles de trato de favor, le impusieron también unos impuestillos a la iglesia. Impuestillos consistentes en “Su patrimonio integro señor Abad”.
El monasterio de San Martin del Couto fue uno de los muchos que apoyaron a las Santas Hermandades. No en vano había sido uno de los mas castigados por los impuestos que había añadido el de Andrade. |
Con la alta nobleza haciendo amigos a pasos
agigantados llego un momento en el que, hasta el clero llamaba a Roí. A Roí o a
cualquier candidato viable a empuñar su espada contra la nobleza, que tampoco
iban a ser muy quisquillosos acerca de la naturaleza del líder; si no podía ser
Roí bien servía cualquiera imbuido por el espíritu de nuestro héroe. Ya fuera
uno de sus lugartenientes, uno de sus hijos, o cualquiera que pudiese invocar
su nombre. La cuestión es que hasta el señor abad reclamaba el retorno de Roi.
Ciertamente buscaron con ganas pues no solo
encontraron un líder; encontraron tres. Realmente aparecieron incluso mandos
intermedios. Roi dejo sembrada la semilla de la lucha por la justicia del
corazón, y Enrique IV al autorizar las hermandades pues no se lo puso a estos
muy complicado.Así pues y dirigiendo las acciones Alonso de Lanzos que además dirigiría personalmente las operaciones en el norte; en el que fuera el terreno de Roi. Pedro Osorio se encargaría del área del centro y Diego de Lemos operaria en la zona del sur de Lugo y Orense. Seria en la primavera de 1467 cuando darían el pistoletazo de salida.
Os estaréis preguntando si el Osorio y el
Lemos tendrán algo que ver con los Osorio y los Lemos, señores feudales
gallegos de importancia y renombre. La respuesta a esta pregunta es que los
grandes señores no tuvieron muchos miramientos en inflar a impuestos y en
putear a sus sobrinos. También podría ser que estos sobrinos quisieran apoyar
al rey, ya fuera por convicción, por honor o porque si gana el Rey yo ocupo el
lugar de los que yo derrote. En todo caso aquí en Galicia a la hermandad se
alistaron hasta los gatos exceptuando, claro está, a los miembros de la alta
nobleza y sus tropas. Hasta Alonso de Lanzos era hidalgo, quizás proveniente de
una familia con menor cache que los Osorio y los Lemos, pero hidalgo y miembro
de la baja nobleza igualmente.
Así que bueno, ya sabemos, tradición es tradición y como tradicionalmente en la Península Ibérica hay que matarse en guerras, pues en aquella primavera de 1467 Alonso de Lanzos; con el poder del alma de Roi a su lado dirigiría a la friolera de casi cien mil hombres y se haría, en nombre de las santas hermandades, con el control de prácticamente la totalidad de Galicia partes de León y Asturias.
Así que bueno, ya sabemos, tradición es tradición y como tradicionalmente en la Península Ibérica hay que matarse en guerras, pues en aquella primavera de 1467 Alonso de Lanzos; con el poder del alma de Roi a su lado dirigiría a la friolera de casi cien mil hombres y se haría, en nombre de las santas hermandades, con el control de prácticamente la totalidad de Galicia partes de León y Asturias.
Ante la sorpresa y la emoción del amigo
Enrique, a quien apoyaban los vencedores del golpe de mano, ejecutado muy al
estilo del viejo Roi; ya sabéis sorpresa, golpe de mano audacia… Los irmandiños
se hicieron con todo este territorio al igual que hiciera Roi en un tiempo
bastante breve. Y mantuvieron sus posiciones hasta que cambiaron por completo las
tornas. Lo cual comenzaría a suceder en 1468 con el fallecimiento; vaya usted a
saber si esto sería casual, accidental o accidentalmente provocado; el caso es
que muerto el Rey que apoyaba la alta nobleza que se oponía a Enrique estos
fueron a hablar con el para acordar que “Bueno, igual nos hemos pasado, pero es
que no te aguantamos. Eso sí, a tu hermana Isabel no solo si la aguantamos,
sino que la preferimos como Reina.” De tal forma que todos juntos decidieron firmar
el famoso pacto de los toros de Guisando. Los nobles le serian leales a Enrique,
este declaraba heredera a su hermana Isabel y todos tan contentos.
Bueno, todos todos no. Evidentemente el que
los nobles se volvieran a amigar con el Rey, no fue bueno para las hermandades.
Los nuevamente amigos del alma de Enrique tenían cierto interés en recuperar
sus posesiones y, claro, ahora que se habían vuelto a hacer amiguetes de copas
y fiestas, pues a Enrique no le pareció mal que las recuperaran.
De este modo los nobles escogieron para mandar
la contraofensiva de entre todos ellos a Pedro Álvarez de Soutomayor, hijo de nobles,
pero bastardo, que debía de ser un tío muy hábil puesto que aun siendo bastardo
alcanzaría el mas alto escalafón entre los Soutomayor; que eran la familia más
poderosa de la Galicia del momento.
Por extraño que pudiera parecer, puesto que la revuelta
encabezada por Roi comenzaría con el asalto de este castillo
de Moeche, en esta ocasión esta plaza no fue asaltada.
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De esta forma, gracias a la llegada de tácticas
modernas como atacar cuando nadie te espera, y el hecho de que las tropas de
Madruga estaban equipadas con los modernísimos arcabuces fue derrotando una por
una a todas las santas hermandades, que si bien inicialmente habían sido una
sola fuerza y una sola voz, al paso del tiempo al ser un movimiento mas
transversal que en 1431 dejaron de llevarse bien entre ellos; motivo por el
cual al amigo Pedro le costo mas bien poco ir aniquilándolos y rindiéndolos uno
por uno.
Y así, sin prisa, pero sin pausa, Don Pedro
Madruga terminaría hacia el 1472 con los alzamientos ante la sonrisa de los nobles mayores
anteriormente derrotados y el Rey Enrique IV; quien primeramente apoyaría a los
alzados; mirando literalmente hacia un par de toros en el pueblo Abulense de
Guisando y, sin preocuparse demasiado de lo que les sucediese a los miembros de aquellas
Hermandades que en ningún momento dejaron de serle leales.
Alonso de Lanzos, solo exigiría a Madruga el no entregar los
territorios gobernados por el de Andrade anteriormente a este mismo; tal y como
estaban haciendo, pues devolvían los territorios a sus antiguos señores. A Madruga,
conocedor de que Lanzos y Andrade se odiaban a muerte no le debió parecer
tampoco mala idea puesto que le permitió entregarle los territorios al
arzobispo, quien se los entregaría después al de Andrade.
Alonso de Lanzos seria desposeído de todas sus
posesiones en favor del de Andrade y encerrado en un calabozo. Fallecería a
principios de 1481 mandando ser enterrado en el convento de San Francisco en A
Coruña.
Poco tiempo después del final de estos hechos volvería
la convulsión a nuestra Galicia a cuentas del trono de Castilla; pero eso ya es
otra historia.
Nos vemos en el próximo paseo.
Y si quieres ver mi pagina web, es esta.
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