martes, 16 de octubre de 2018

UN PASEO HASTA EL MONASTERIO DEL COUTO



Hoy no vamos a irnos muy lejos de nuestro tradicional punto de partida. Hoy casi no vamos a hablar del camino para llegar a nuestro destino; sino que más bien nos vamos a centrar en nuestro destino. Que no es otro que el monasterio do Couto. Probablemente uno de los monumentos más representativos de Narón; de hecho, la web de turismo de Narón lo define como el más representativo. Desde mi humilde punto de vista, en Narón hay algún otro enclave digno de considerarse representativo del ayuntamiento; pero de esos otros lugares hablaremos en otras ocasiones.

El anochecer llegando al monasterio.
“Os pimentos de Padrón, unos pican e outros non” ¿Quién que haya visitado esta Galicia nuestra no ha pronunciado, escuchado, pensado o leído esta frase singular? Y de todos los visitantes, ¿Cuántos no habrán dicho aquello del: “Pero que no piquen mucho, por favor” al pedir una ración de pimientos de Padrón? Y cuantas veces no le habrán agradecido a los cocineros o camareros de cualquier bar, tasca, local de pinchos, restaurante o chiringuito a pie de playa, que aquellos pimientos de padrón apenas picasen y el esfuerzo que se dieron para escogérselos. En fin, si te identificas en estas últimas líneas te voy a matar un poco esa magia acerca del increíble adiestramiento al que somos sometidos los gallegos en general y cocineros gallegos en particular para poder identificar, tan solo con mirarlos un instante, que pimientos de Padrón pican y cuáles no.
La torre del monasterio en dia nublado.

Hay dos tipos de pimientos, los de padrón; que ya tu sabes cómo va la historia; y los de O Couto; “Os pimentos do Couto, uns non pican e os outros, pois tampoco”. Si, ahora lo acabas de entender, los gallegos no tenemos un ojo prodigioso que nos permita diferenciar los pimientos de Padrón, si no quieres que piquen los que te ponemos son Do Couto, porque los de padrón, como bien dice el dicho “uns pican e outros non”.

¿A qué viene la historia de los pimientos? Seguro que os lo estáis preguntando, porque os he dicho que hoy íbamos a un monasterio en Narón. Bueno pues los pimientos tienen que ver porque su historia forma parte de la historia del monasterio de San Martin de Xubia; aunque todo el mundo lo conoce como San Martin do Couto.
Cerca del monasterio pasa el ferrocarril de Coruña.

Empecemos por el cómo llegar; vamos a ir de la manera más fácil. Como siempre y para no variar vamos a salir desde el polígono industrial de Vilar de Colo. Desde aquí vamos a coger la autopista en dirección Ferrol. Pasaremos el túnel del Sartego y el puente sobre la ría de Ferrol para tomar la salida que hay al final del puente. Tomaremos en la rotonda, la última salida en dirección a La Trincheira. Y cuando lleguemos a la rotonda que da comienzo al polígono de la Gándara, en ella haremos un cambio de sentido para dirigirnos hasta el acceso a la urbanización de O Couto; que está a tiro de piedra del monasterio. 

La parte trasera del Monasterio
Dentro de la urbanización, la velocidad es de 30 así que no nos pasemos de ella. Primero por aquello de respetar a los vecinos de la urbanización y segundo porque os dejaríais las suspensiones del coche que llevéis en los pasos con relieve y en las bandas sonoras que hay dispuestas por el lugar. Al terminar la urbanización; que no es muy extensa; tendréis a la vista el monasterio. Aparcamos en el parquecito que hay enfrente del mismo y descendemos.

El monasterio de San Martin fue mandado construir en su día por Froila Bermúdez; conde de Traba allá por el siglo XI de nuestra era. Este fue construido; como venía siendo habitual en la época sobre el lugar que ocupo otro anterior; del siglo VIII o IX; construido por monjes huidos de la zona de Dumia, en Portugal, cuando hasta el lugar del que eran originarios llegaron unos simpáticos caballeros procedentes del sur que bajo el signo de la media luna preguntaban al décimo; tras decapitar a los nueve primeros; si desearía abrazar el Islam. Obvio que si la respuesta que les daban no era del agrado de estos caballeros decapitaban al interrogado y repetían la pregunta al número once… Tradiciones de la época; no hay que hacerles demasiado caso.
La torre vista desde la puerta de entrada

El caso es que estos monjes; conocedores de las costumbres de aquellos buenos musulmanes, así como también conocedores de que respuesta les darían; si es que les preguntaban; decidieron que lo mejor para servir a su Dios y a su propia integridad física y salud quizás fuera salir por pies a tierras menos hostiles, y también más cristianas. Y allí que marcharon. Llegando hasta donde ahora está enclavado el monasterio.

Lo que aquellos monjes no pensaron era que, al salir por patas salvando sus vidas de los musulmanes, pues fueron a construir su nuevo monasterio en un área a la que solían acudir unos señores rubios y altos; muy simpáticos también ellos; con un gran arte con el manejo de las hachas, ya fuera para talar árboles o cabezas, y que tampoco es que fueran particularmente muy cristianos. Lo cual nos explica por qué el monasterio actual fue construido sobre el anterior. El anterior junto con la mayoría de los siguientes monjes, y quizás alguno de los primeros que huyeron de Dumia fueron arrasado y aniquilados respectivamente por una visita vikinga. Como ya indiqué antes, las tradiciones de la época, no hay que prestarles más atención de la necesaria.
Desde la entrada del monasterio se ve el cementerio.

Bien, la cosa estaba así: los vikingos, puestos de Sima de Guerra hasta las cejas, que han arrasado y saqueado el monasterio ya se han marchado de vuelta a Trondheim, así pues llega el amigo Froila y se dice… Venga aquí un monasterio para la familia. Si, habéis leído bien. Para la familia. No es que fuera exactamente de la familia, pero si se podía utilizar para “esquivar” las leyes de proindiviso que procedentes del régimen; anacrónico ya para la época; del Fintiu. A través del monasterio en el que podían poner a un abad de la familia; un segundón o un tercero por lo general; el monasterio recibía donaciones en tierras por parte de la familia que, luego el abad aforaba a los donantes. De esta forma todo seguía en poder de la familia en realidad. El proceso es más complicado de lo que os explico; puesto que hay reglas, prescripciones y bastantes detalles, que vienen a terminar en la manera que os resumo: en manos de la misma familia, que ya sabéis que no me gusta aburriros con textos legales del siglo XII.

El monasterio en HDR
La cosa es que en el monasterio en el que Froila, y luego sus descendientes ponían y quitaban abades a su parecer, tenían además derecho de presentación; es decir, que iban cuando les parecía prudente y conveniente ir; y tenían su panteón familiar. El monasterio en si sobre el papel tenía una inmensa cantidad de propiedades y riquezas cuando los descendientes de Froila; que en ese momento ya eran conocidos como los Trastámara; en concreto Pedro Froilaz decide traspasarlo a la orden de Cluny. Estos simpatiquísimos monjes se debieron agarrar un cabreo enorme; de los de rezar muchas avemarías como penitencia por maldecir a los nobles; al descubrir que su, en teoría, muy rica nueva adquisición realmente tenía una capacidad económica entre muy precaria y muy lamentable. El monasterio, en resumen, era pobre como a Jesucristo le habría gustado; salvando el detalle de que las tierras eran de los nobles y tal…

A mediados del siglo XIII el monasterio pasara a Realengo; es decir de presentación Real. Esto no gustara demasiado a un viejo conocido nuestro; Fernan Perez de Andrade “O Boo” (El Bueno) que con más o menos educación; y a veces espada; intentara explicarles a los monjes que esas tierras son suyas. Tanto les quiso explicar que termino por hartar al prior, quien pidió justicia al rey y al Papa. Los cuales le dieron la razón. Con lo cual el amigo Fernán Pérez hubo de pagar alquileres al monasterio a cambio de ciertos terrenos de importancia estratégica que realmente pertenecían al monasterio de San Martin.
La parte frontal del monasterio.

Con el paso del tiempo llegaría la época de la ilustración; hablamos ahora del año 1700; años arriba o abajo. En esta época es designado prior un joven monje de 35 años; Fray Felipe Colmenero; que era gran amigo de fray Martín Sarmiento. Era, nuestro Fray Felipe, un curioso monje ilustrado y por lo visto tenía las mismas aficiones con los pimientos que otro monje tendría; un siglo y pico más tarde; con los guisantes. Parece ser que a nuestro Fray Felipe no le gustaba demasiado que los pimientos picasen; así que comenzó a hacer cruces de especies hasta que por lo que parece consiguió un tipo de pimiento que no pica; el pimiento del Couto. ¿Quién le iba a decir al bueno de Fray Gregor Mendel que no era el primer fraile que se ponía a experimentar con vegetales; ¿Verdad?

Hoy en día, aquellos pimientos que buscaba, y encontró, Fray Felipe tienen indicación geográfica protegida y se cultivan en casi toda ferrolterra como tales. Mientras que el monasterio, que fue inmóvil testigo de sus experimentos de día y sus anotaciones por la noche, es bien de interés cultural protegido desde 1972.


Nos vemos en el próximo paseo.

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Otra vista de la torre desde la entrada del monasterio.

3 comentarios:

  1. Te recomiendo un libro: "Sinopsis monográfica del monasterio de San Martín del Couto" del historiador Arturo Souto Vizoso. Un saludo.

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    1. Pues lo buscaré, asi puedo añadir otra fuente a proximos articulos que haga acerca de este monasterio.

      Muchas Gracias.

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