miércoles, 26 de diciembre de 2018

UN PASEO POR LA OSCURIDAD



Hoy vamos a pasear a través del tiempo. Voy a llevaros a una historia, de tantas relacionadas con la época a la que os voy a llevar, que me contaron hace ya bastantes años, y por cierto que también bastantes veces. Es una historia que me toca personalmente, que nunca habría llegado a transmitir mas allá de los límites de las paredes de mi casa, para explicarle a mi hija cual es la diferencia entre las buenas y las malas personas, la diferencia entre cordura y locura, y, sobre todo, cual es la diferencia, en una guerra, entre un soldado y un hijo de puta.
Milicianos en Toledo posando con la momia de una 
monja. Fueron tiempos en los ni siquiera los muertos 
eran respetados.
Esta historia, que como decía antes siempre pensé que no debería salir del entorno familiar, hoy debido a las circunstancias y al excepcionalmente crispado ambiente en el que vivimos se convierte en algo que, como algunas personas me habéis dicho, debe ser contada. Para intentar con ella que las personas entiendan cual es el camino que estamos recorriendo. Para intentar que los que no ven más allá del odio, dejen de odiar y se decidan a ser personas.

Mi abuelo era militar, militar de tradición. De los de cumplir las órdenes y estar conforme con el rancho y la soldada. De los que consideran que las ordenes no se comentan y no se discuten, se cumplen. Y si la orden es dudosa, es deber del soldado solicitarla por escrito, asi como del mando por escrito darla. Era mi abuelo al fin un soldado de los de verdad, como los que hace siglos defendieron con sangre un Imperio, no en vano sus antepasados, que son también los míos, generación tras generación han servido como soldados al país o al Imperio.
Sin embargo inicialmente también fue una época de 
oportunidades para las mujeres. En 1934 pudieron 
votar en unas elecciones generales, y cuando se dio  el 
alzamiento muchas se alistarían en unidades anarquistas 
y sindicalistas. A partir de mediados de 1937, cuando 
las unidades anarquistas fueron absorbidas por el partido 
comunista las enviarían de regreso literalmente 
"A fregar y a las cocinas"
Hace unos ochenta años, ser soldado a veces no era fácil. A decir verdad, en este país ser soldado nunca ha sido fácil, no hay gobernantes más desagradecidos para con aquellos que sirven que los gobernantes españoles; aunque no quieran decirse españoles. Esto no cambiara en este país por muy nacionalista o separatista que sea el gobernante. La cuestión es que, bueno en este país de larga tradición católica, el ejercito siempre ha sido católico y en esta época a la que nos dirigimos, ser católico… digamos que no estaba del todo bien.

Pese a que la constitución de la II república, en teoría defendía la libertad religiosa dentro del respeto y la privacidad, lo cierto es que algunos se olvidaron de este detalle. Lo cual pues bueno, influyo en multitud de hechos durante aquella oscura época que le toco vivir a mi abuelo y a los abuelos de todos. Resumiendo, brevemente, la crispación y la polarización de aquella sociedad en la que nadie respetaba a nadie (Abre los ojos y escandalízate todo lo que quieras y seas del lado que seas, aquella época fue así. Los dos bandos tienen sangre en las manos desde el año 1934) termino por explotar y, como en estas tierras es costumbre, se desato una guerra civil. Una de tantas en esta península nuestra. Y es que como ya he dicho en varios artículos, nuestro hobby principal parece ser matarnos.
Las guerras solo son bonitas en los juegos infantiles. 
En las de verdad la muerte llega para quedarse y, nadie 
resucita a los muertos un rato después para irse juntos a 
merendar al final de la tarde.
En este estado de cosas a mi abuelo; que era capitán en aquel momento; su coronel le da la orden de salir y tomar el barrio de Esteiro de Ferrol. A lo que mi abuelo respondió pues como haría un soldado: “A la orden de usted mi coronel, poro esta orden la quisiera por escrito” y su coronel; quien también era soldado; por escrito se la dio. Y mi abuelo la cumplió.

Podemos resumir; que habrá algunos que resuman y ya está, fin del articulo; diciendo que mi abuelo se alzó contra la II República, y en cierto modo, esto sería verdad. Pero bueno, decir esto simple y llanamente sería tan solo un matiz.
De todos modos, esto que escribo hasta aquí sería simplemente para que os pusierais en situación de cómo estaba la época a la que vamos.

La historia que os voy a contar, es la de un republicano. La de un republicano y comunista de los de verdad; no de los de ahora. De los que sabían que puño debían levantar y que sin duda dirían sin miedo antes de morir que aquello que hicieron no estuvo bien. Sabiendo que no dejarían de ser igualmente comunistas por reconocer que se equivocaron. Este anciano, nacido en Pontedeume y, del que “olvidare” su nombre pues podría haber sido cualquiera que reuniera las condiciones que decíamos antes, aquel 21 de julio de 1936 estaba haciendo la mili en el 2º regimiento de Infantería de Marina; el Tercio del Norte. Y claro cuando el 2º Regimiento se pasa al bando alzado… Él estaba en el sitio equivocado.

Nuestro protagonista supo que marcharían hacia el frente más pronto que tarde, y sabiendo como estaban las cosas en aquellos oscuros momentos mejor que cualquiera de nosotros puesto que él vivía en ellos, considero como mejor opción para su supervivencia, continuar en su puesto con normalidad hasta que en el frente se le presentara la oportunidad de cambiar de bando. Y así los días fueron pasando, hasta que, estando el regimiento desplegado en Asturias, le surgió la oportunidad. Estaba de guardia y estaba solo. Así que no se lo pensó demasiado y comenzó a avanzar con precaución hacia las líneas republicanas. Pero llegados a la tierra de nadie, tuvo la mala suerte de tropezarse con una patrulla de falange, que al ver que iba a desertar le arrestaron.
Una miliciana sonríe al cámara 
mientras se coloca un rifle al hombro.
Aquí varios factores se conjuraron a su favor, el primero de estos factores sería el hecho de que el bando alzado funcionaba con una cadena jerárquica clara y definida, por lo cual aquellos falangistas; que bien podrían haberle fusilado sin más en medio de la tierra de nadie y fin de la discusión, decidieron seguir el reglamento. Así que llevaron al desertor hasta las líneas propias de regreso y se lo presentaron al oficial de guardia.

El segundo fue que el capitán que en aquel momento era el oficial de guardia decidiera preguntarle, porque le conocía pues estaba a su mando, porque razones estaba desertando. Nuestro protagonista explicaría a aquel capitán la verdad: aquel no era su bando. El solo quería luchar en el bando al que el pertenecía.
El capitán asintió con la cabeza, eligió a cuatro de sus hombres, cogió su pistola, su cuchillo y su Mauser y ordeno marchar hacia la tierra de nadie. En silencio marcharon aquellos nueve hombres y su prisionero sin demasiado que decir, todos suponían cual era el destino al que se dirigían y nadie iba a decir nada. Era una guerra y en la guerra las cosas con así.

Llegados al centro de la tierra de nadie, el capitán cogería por el cuello de la guerrera a nuestro protagonista, le empujaría suavemente hacia un talud y, con su cuchillo le corto las ligaduras. Nuestro protagonista no entendía nada, así que se giró. De este modo, al darse la vuelta, pudo ver que sus hasta hacia poco tiempo compañeros encañonaban a los falangistas y que el capitán guardaba su cuchillo mientras le miraba y llamándole por su nombre le dijo: “Ve hasta tu bando, y si alguna vez te encuentras en la situación en la que me he encontrado yo ahora; haz lo que hecho yo ahora”. Y sin más el capitán dio orden de marchar, y regreso con sus hombres a sus líneas llevándose con él a los cuatro falangistas.

Pasados unos instantes en los que espero agazapado a que nadie se diese la vuelta para dispararle, cruzo hasta el bando al que el sentía que pertenecía.

Muchas veces aquel anciano me contaba esta historia cuando me encontraba por Pontedeume, generalmente en el Bogavante. Y me la contaba entre lágrimas porque siempre me decía lo muchísimo que me parezco a mi abuelo y lo mucho que se lo recordaba; porque aquel capitán que le libero y le salvo la vida, era precisamente mi abuelo. Que siempre cumplió con su deber, como soldado y como persona.
Pese a que varias personas me han dicho que debería mencionar el nombre de este anciano, que a mi abuelo tanto creía deber, no voy a hacerlo. Y no voy a hacerlo precisamente por respeto a él, dado que llevo una cierta temporada oyendo a uno de los nietos de este Gran Hombre; que tras la guerra tuvo buen trato con mi abuelo y siempre lo admiro; decir lo fascista que era mi abuelo que se levantó contra la república. Y debido a que en Pontedeume nos conocemos todos, si yo mencionase a su abuelo, todos sabrían quien es el nieto en cuestión.
Soldados de Infantería, de cualquiera 
de los dos bandos, formados para revista.

Lo que hoy he pretendido con este artículo es que todos entiendan que la guerra es un lugar terrible, negro y desolado. En el que la vida de aquellos que combaten vale tanto como el honor con el que combatan. Porque el odio lleva a la guerra, pero no necesariamente el odio contamina a todos en una guerra. A mi abuelo, no lo contamino por eso hizo lo que hizo. Quizás deberíamos intentar entendernos más todos y odiarnos un poquito menos.
Y, por otra parte; dado que sé que el nieto de este Gran Hombre, que era su abuelo, me lee asiduamente; quiero que haga cuentas, y que se percate de que sus abuelos se casaron en 1942 y a su tío el mayor no nacería hasta el año 1944.

Así que, de no ser por el fascista de mi abuelo, no estarías aquí. De hecho, ni tan siquiera existirías.

Nos vemos en el próximo paseo

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Maqueta de un camión Blindado modelo "Ferrol". Teniendo esa denominación el modelo no me he podido resistir a colocar la imagen. El regimiento de artillería de costa Nº2 construiría cuatro de estas unidades.

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