jueves, 5 de mayo de 2022

EL CASTILLO DE MOECHE

 


Sin duda cuando llegas hasta la parroquia de San Xurxo en Moeche y ves el castillo que tienes ante ti, lo que más te va a llamar la atención es sin duda la ubicación del mismo. La mayoría de castillos que puedes encontrar, se localizan en lo alto del promontorio. En este caso encontramos el castillo en pleno valle, cercano a las viviendas que hay en la actualidad y que quizás hallan reemplazado a otras que estuvieran en el mismo lugar hace quinientos años. Lo cierto es que muy probablemente en los altos montes que rodean este castillo habría puestos de vigilancia que sustituirían sin duda las posiciones defensivas más alejadas. Convirtiendo así a la línea montañosa en la primera muralla defensiva de este castillo.

En el caso de este castillo en concreto existen varias posibles versiones acerca de su posesión. Si seguimos una serie de las fuentes históricas, esta afirma que García Rodríguez de Valcárcel recibe cierta concesión del propio rey Enrique II, otorgada y firmada por este en septiembre de 1371 en Zamora. De esta concesión se desprende el señorío de García Rodríguez sobre As Pontes (¿No sabias porque As Pontes era de García Rodríguez? Pues ahora ya lo sabes) así como también el de “las feligresías de Moeche y Santa Cruz”.

La vista que ofrece el castillo de Moeche es asi de espectacular.
Aun cuando no se encuentra en lo alto de la colina
lo cierto es que las vistas que ofrece la posición del 
castillo han hecho que superase mi vértigo para poder 
observar el paisaje por mi mismo sin que Carol se 
tuviera que subir en solitario a por la foto.

Este personaje, nuestro buen García Rodríguez, casariase con la hija del señor de Zamar, Inés Fernández de Zamar y del matrimonio de la quien sabe si feliz pareja nacerá Constanza Rodríguez de Valcárcel, quién compra a su madre Dª Inés “el coto de Moeche” en 1427 en beneficio de su marido, Pedro Álvarez Osorio, señor de Cabrera y Ribera, cuyo nieto, del mismo nombre, sufriría en sus carnes la hostilidad de la Primera Revuelta Irmandiña. Este Pedro Álvarez Osorio nieto no poseería en un primer momento la titularidad del señorío de Moeche, que se habría disgregado entre los herederos de su abuelo.

La familia Enríquez de Castro, heredera al mismo tiempo de los Valcárcel en sus dominios de Cedeira, se había convertido en la poseedora del señorío de Moeche. Sin embargo, el apoyo de Fadrique Enríquez de Castilla, cabeza de los Enríquez de Castro y duque de Arjona, al infante Enrique de Trastámara trajo consigo la sanción de Juan II y, con ello, la pérdida de la dignidad ducal de Fadrique, cuyos bienes fueron transferidos en gran medida a su hermana Beatriz Enríquez de Castro. Beatriz contraería nupcias con Pedro Álvarez Osorio, de modo que el castillo de Moeche pasaría de nuevo, a través de la vía marital, a su linaje. De esta manera, los Osorio serían los señores de Moeche en el momento en el que estalla la Segunda Revuelta Irmandiña.

Los “agravios” cometidos por el estamento señorial desde principios del siglo XV empezarían a generar un cierto malestar entre las clases populares, este malestar se hace acuciante a partir de la década de 1450. Pedro Álvarez Osorio se cuenta entre los más demandados de la época debido a la realización cada vez más común de “fechorías”, que tendrían por objetivo las clases populares, específicamente en el rural. Al igual que en la primera revuelta se dará la creación de “Irmandades” con el objetivo de hacer frente a los abusos nobiliarios. Esta vez se crearía, al mismo tiempo, una Hermandad General de Galicia que, en teoría coordinaría las acciones y que fue refrendada en su fundación por el rey Enrique IV.

Esta Hermandad General tomará el liderazgo político de la revuelta de manos de la élite burguesa, que no siempre controlaría a las clases populares del rural, más predispuestas a enfrentarse a la nobleza. Es así como la revuelta, que intenta ser delimitada mediante la entrega de las fortalezas de los señores que habían cometido agravios, se convirtió rápidamente en la destrucción de estas.

Posiblemente la fortaleza de Moeche fuera una de las primeras en ser destruida, en aquella primavera de 1467. Y es que la fama de nuestro amigo Pedro, el conde de Lemos vaya, lo convertía en uno de los nobles más odiados por el pueblo, por lo que la inmensa mayoría de sus fortalezas fueron derribadas. El control político que se le presupone a la “Irmandade Xeral” entre 1467 y 1469 terminó con la contraofensiva de los nobles que derrotaron a los irmandiños por su superioridad numérica y material, sin tener en cuenta los problemas internos en el bando de los irmandiños.

Los corredores del castillo, no es muy difícil cerrar los
ojos y sentir como la guardia pasea a través de ellos 
e imaginarse a nuestro amigo Nuño Freire de Andrade
dirigirse a comprobar si Teresita estaba bien.

Existen multitud de trabajos arqueológicos realizados sobre este castillo, trabajos que han arrojado a la luz piezas de origen medieval en su inmensa mayoría. Pero algo muy interesante que también han mostrado esos trabajos es que el actual castillo se encuentra levantado sobre los restos de otro anterior. Lo que nos lleva a pensar en el hecho de que el que tenemos ante nosotros en la actualidad es el que el bueno del primo de Nuño, y es que en el año 1468 este castillo sería reconstruido de nuevo por Pedro Álvarez de Osorio, Conde de Lemos, quien pediría a los que destruyeron el castillo anterior; más que pedir obligaría en realidad; física y económicamente que se pusieran a reconstruirlo y recuperarlo. Básicamente lo que hizo fue cobrarles el material y hacerles ponerlo a latigazos. Ya de camino, y aprovechando que tenía una buena cuadrilla de operarios, Pedro ampliaría ligeramente el castillo. Cosa muy natural, en aquella época y en esta.

El castillo que ha llegado a nuestros días es el fruto de esta alegre reconstrucción de la que hablábamos. Está situado sobre el emplazamiento del castillo anterior lo que, debido a las excavaciones antes mencionadas, nos permite diferenciar entre el castillo actual y el castillo derruido. La torre de homenaje, precedida por una plaza de armas, hace de entrada al propio castillo, y de ahí se da paso al propio patio, centro que da a todas las estancias de la fortaleza. Así, la torre de homenaje se encuentra unida a una muralla octogonal irregular, que hace de pared externa a la estancia de servidumbre, a la estancia de armas, al comedor y a las caballerizas, donde actualmente se encuentra el Centro de Interpretación del Castillo de Moeche. En la fachada principal de la torre todavía se conservan tres motivos heráldicos. Por un lado, en un lateral, el escudo del Duque de Arjona, y centrados en lo alto, los escudos de Pedro Álvarez de Osorio, y su esposa, Beatriz de Castro.

El personal asignado para que conozcáis el castillo
y que nos atendió de autentico lujo. Si no perdieron
la paciencia ni la sonrisa al machacarlos a preguntas
seguro que os atenderán incluso mejor que a nosotros.

La planta del castillo, como hemos dicho antes de la muralla, es octogonal, siendo rodeado por un profundo foso. Foso que estuvo siendo recuperado hacia el año 2009. Los materiales empleados son similares a las de otras fortalezas de las comarcas del norte de Galicia, formadas con muros de mampostería de pizarra y granito en sillería en sus esquinas

Estos muros se elevan unos 12 m. Lo más llamativo del recinto es la torre del homenaje, de planta cuadrada, que se levanta hasta los 18 m del suelo. Además de la torre, podremos ver la plaza de armas con su pozo de agua, la sala de armas, el comedor, los aposentos, las caballerizas y los alojamientos de la servidumbre. Una escalera de caracol une el patio con las murallas defensivas. Las puertas y ventanas nos muestras un estilo gótico por sus apuntados arcos.

El castillo de un modo u otro; llegando a ser cárcel de malhechores en el siglo XVI; acabaría llegando a poder de la casa poseedora de la gran mayoría de títulos antiguos: La casa de Alba. No la de Bernarda, sino la del duque de Alba que tan buen recuerdo dejaría en Flandes. En 1890, y habiendo llegado el castillo actual en muy buen estado de conservación, la casa de Alba quiso vender la piedra del mismo. Afortunadamente para el castillo y para nosotros, aquella operación se evito y el castillo ha conseguido llegar a nuestros días.


Nos vemos en el próximo paseo.

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