Sin duda cuando llegas hasta la parroquia de San Xurxo en Moeche y ves el castillo que tienes ante ti, lo que más te va a llamar la atención es sin duda la ubicación del mismo. La mayoría de castillos que puedes encontrar, se localizan en lo alto del promontorio. En este caso encontramos el castillo en pleno valle, cercano a las viviendas que hay en la actualidad y que quizás hallan reemplazado a otras que estuvieran en el mismo lugar hace quinientos años. Lo cierto es que muy probablemente en los altos montes que rodean este castillo habría puestos de vigilancia que sustituirían sin duda las posiciones defensivas más alejadas. Convirtiendo así a la línea montañosa en la primera muralla defensiva de este castillo.
En el caso de este castillo en concreto existen varias
posibles versiones acerca de su posesión. Si seguimos una serie de las fuentes
históricas, esta afirma que García Rodríguez de Valcárcel recibe cierta
concesión del propio rey Enrique II, otorgada y firmada por este en septiembre
de 1371 en Zamora. De esta concesión se desprende el señorío de García
Rodríguez sobre As Pontes (¿No sabias porque As Pontes era de García Rodríguez?
Pues ahora ya lo sabes) así como también el de “las feligresías de Moeche y
Santa Cruz”.
Este personaje, nuestro buen García Rodríguez, casariase con
la hija del señor de Zamar, Inés Fernández de Zamar y del matrimonio de la
quien sabe si feliz pareja nacerá Constanza Rodríguez de Valcárcel, quién
compra a su madre Dª Inés “el coto de Moeche” en 1427 en beneficio de su
marido, Pedro Álvarez Osorio, señor de Cabrera y Ribera, cuyo nieto, del mismo
nombre, sufriría en sus carnes la hostilidad de la Primera Revuelta Irmandiña.
Este Pedro Álvarez Osorio nieto no poseería en un primer momento la titularidad
del señorío de Moeche, que se habría disgregado entre los herederos de su
abuelo.
La familia Enríquez de Castro, heredera al mismo tiempo de
los Valcárcel en sus dominios de Cedeira, se había convertido en la poseedora
del señorío de Moeche. Sin embargo, el apoyo de Fadrique Enríquez de Castilla,
cabeza de los Enríquez de Castro y duque de Arjona, al infante Enrique de
Trastámara trajo consigo la sanción de Juan II y, con ello, la pérdida de la
dignidad ducal de Fadrique, cuyos bienes fueron transferidos en gran medida a
su hermana Beatriz Enríquez de Castro. Beatriz contraería nupcias con Pedro
Álvarez Osorio, de modo que el castillo de Moeche pasaría de nuevo, a través de
la vía marital, a su linaje. De esta manera, los Osorio serían los señores de
Moeche en el momento en el que estalla la Segunda Revuelta Irmandiña.
Los “agravios” cometidos por el estamento señorial desde
principios del siglo XV empezarían a generar un cierto malestar entre las
clases populares, este malestar se hace acuciante a partir de la década de
1450. Pedro Álvarez Osorio se cuenta entre los más demandados de la época
debido a la realización cada vez más común de “fechorías”, que tendrían por
objetivo las clases populares, específicamente en el rural. Al igual que en la
primera revuelta se dará la creación de “Irmandades” con el objetivo de hacer
frente a los abusos nobiliarios. Esta vez se crearía, al mismo tiempo, una
Hermandad General de Galicia que, en teoría coordinaría las acciones y que fue refrendada
en su fundación por el rey Enrique IV.
Esta Hermandad General tomará el liderazgo político de la
revuelta de manos de la élite burguesa, que no siempre controlaría a las clases
populares del rural, más predispuestas a enfrentarse a la nobleza. Es así como
la revuelta, que intenta ser delimitada mediante la entrega de las fortalezas
de los señores que habían cometido agravios, se convirtió rápidamente en la
destrucción de estas.
Posiblemente la fortaleza de Moeche fuera una de las
primeras en ser destruida, en aquella primavera de 1467. Y es que la fama de
nuestro amigo Pedro, el conde de Lemos vaya, lo convertía en uno de los nobles
más odiados por el pueblo, por lo que la inmensa mayoría de sus fortalezas
fueron derribadas. El control político que se le presupone a la “Irmandade
Xeral” entre 1467 y 1469 terminó con la contraofensiva de los nobles que
derrotaron a los irmandiños por su superioridad numérica y material, sin tener
en cuenta los problemas internos en el bando de los irmandiños.
El castillo que ha llegado a nuestros días es el fruto de
esta alegre reconstrucción de la que hablábamos. Está situado sobre el
emplazamiento del castillo anterior lo que, debido a las excavaciones antes
mencionadas, nos permite diferenciar entre el castillo actual y el castillo
derruido. La torre de homenaje, precedida por una plaza de armas, hace de
entrada al propio castillo, y de ahí se da paso al propio patio, centro que da
a todas las estancias de la fortaleza. Así, la torre de homenaje se encuentra
unida a una muralla octogonal irregular, que hace de pared externa a la
estancia de servidumbre, a la estancia de armas, al comedor y a las
caballerizas, donde actualmente se encuentra el Centro de Interpretación del
Castillo de Moeche. En la fachada principal de la torre todavía se conservan
tres motivos heráldicos. Por un lado, en un lateral, el escudo del Duque de
Arjona, y centrados en lo alto, los escudos de Pedro Álvarez de Osorio, y su
esposa, Beatriz de Castro.
La planta del castillo, como hemos dicho antes de la muralla, es octogonal, siendo rodeado por un profundo foso. Foso que estuvo siendo recuperado hacia el año 2009. Los materiales empleados son similares a las de otras fortalezas de las comarcas del norte de Galicia, formadas con muros de mampostería de pizarra y granito en sillería en sus esquinas
Estos muros se elevan unos 12 m. Lo más llamativo del
recinto es la torre del homenaje, de planta cuadrada, que se levanta hasta los
18 m del suelo. Además de la torre, podremos ver la plaza de armas con su pozo
de agua, la sala de armas, el comedor, los aposentos, las caballerizas y los
alojamientos de la servidumbre. Una escalera de caracol une el patio con las murallas
defensivas. Las puertas y ventanas nos muestras un estilo gótico por sus
apuntados arcos.
El castillo de un modo u otro; llegando a ser cárcel de
malhechores en el siglo XVI; acabaría llegando a poder de la casa poseedora de la
gran mayoría de títulos antiguos: La casa de Alba. No la de Bernarda, sino la
del duque de Alba que tan buen recuerdo dejaría en Flandes. En 1890, y habiendo
llegado el castillo actual en muy buen estado de conservación, la casa de Alba
quiso vender la piedra del mismo. Afortunadamente para el castillo y para
nosotros, aquella operación se evito y el castillo ha conseguido llegar a
nuestros días.
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