Templarios. Cuando oímos hablar de ellos
siempre nos viene a la mente Jerusalén, las cruzadas, desierto, batallas a
golpe de espada entre cristianos y musulmanes. Salvajismo y caballerosidad en
el nombre del Dios que sea. Siempre se nos suele olvidar que para ver todo lo
anterior en el siglo XI no teníamos que irnos hasta Palestina, casi todo lo que
menciono antes, lo teníamos aquí. De hecho, Al-Manshur (Almanzor para los
amigos de Jesús) llego a Santiago de Compostela y se llevo las campanas de la
catedral para decorar su casa en Córdoba.
Vista de la ermita desde el acceso principal |
Vale, igual aquí no había desierto ni
cruzadas; pero salvajismo y caballerosidad, así como batallas a golpe de espada
entre cristianos y musulmanes, musulmanes contra musulmanes, cristianos contra
cristianos… Bueno ya se sabe que en este país nos mola matar al vecino siempre
que no haya un enemigo común que venga de fuera.
A lo que estábamos que luego nos
perdemos, aquí cerca de Ferrol; concretamente en Pontedeume; también hubo
presencia Templaría. La pequeña ermita de San Miguel de Breamo, fue posesión templaría.
Para llegar hasta Breamo tenemos que ir en
dirección Betanzos – Coruña por la N-651 hasta llegar a Pontedeume. Pasamos el
pueblo siguiendo en dirección Betanzos – Coruña y poco después de las curvas de
Campolongo, encontraremos una carretera que parte desde El Barro y que nos
llevara, con un desvió, directamente a la capilla. No tenéis más que seguir las
señales, que está muy bien indicado. Una vez que encontréis el camino, si vais
en coche no deberíais ir muy rápido pues la carretera es estrecha y sinuosa.
Tampoco es buena idea que observéis las impresionantes vistas que hay por el
camino en marcha así que sinceramente si es vuestra primera subida a Breamo, y
lleváis una cámara en la mano… Os recomiendo encarecidamente hacerla andando.
Ahora os contare un poco acerca de lo que
deberíais esperar encontrar una vez que lleguéis a la cumbre del monte.
La iglesia románica de San Miguel de
Breamo es la única construcción que se conserva del monasterio de clérigos de
San Agustín, cuyas dependencias desaparecieron a principios del siglo XVII.
Este templo presenta planta de cruz latina con cabecera de tres ábsides. Lo primero
que llama la atención es su solidez y austeridad; apenas posee vanos de
iluminación, ya que estos se reducen a los óculos, abiertos en la fachada
principal y en los hastiales del crucero. La puerta de ingreso, en la fachada
occidental, es estrecha y sin las habituales arquivoltas que confieren la
sensación de amplitud al vano.
Algunas leyendas dicen que esta iglesia
se levantó sobre un antiguo templo celta, y a su alrededor circulan infinidad
de historias sobre brujas, pasadizos secretos, animales mitológicos, tesoros
escondidos… No se sabe con absoluta certeza la fecha de construcción, que
posiblemente date del siglo XII; pero muchas teorías apuntan a que la iglesia
se terminó en el año 1187, como figura en un grabado de la fachada, aunque
existe un documento en el Tumbo de Caaveiro que probaría que la construcción
del templo fue anterior a 1169, año en el que está datada dicha documentación.
Mesa de piedra del area recreativa que rodea la ermita |
Una vez que hayáis llegado a la cima del
monte y tengáis la ermita a tiro yo lo que suelo hacer es sentarme en uno de
los bancos que hay frente al acceso principal del templo y una vez regulado
comienzo a disparar desde aquí. Según como tengamos el día es un buen lugar
para que si tenemos el trípode nos hagamos un buen HDR. Sin duda alguna esta
ermita queda genial en HDR.
Mi siguiente paso es, por supuesto el
siguiente banco, y así me iré desplazando hacia mi derecha realizando un
movimiento de rotación alrededor del templo y del área recreativa que tiene detrás,
y en la que los días 8 de mayo y 29 de septiembre se celebra la romera de San
Miguel de Breamo.
Sobre esta ermita se han contado montones
de leyendas, pero sin duda la que a mi mas me gusta, y que además tiene
relación directa con el hecho de que esta pequeña capilla sea una capilla
templaría es la leyenda del niño que os voy a relatar ahora y que espero que os
guste.
LA LEYENDA DEL NIÑO Y LOS ONCE
TEMPLARIOS
Corría el mes de diciembre de 1224. Cerca de
la iglesia de San Miguel, en Breamo, once hombres rodeaban en silencio una
hoguera que les calentaba y calmaba algo de la tremenda humedad que la lluvia
provocaba. Eran gente madura, de armas por las lanzas y espadones que portaban,
de iglesia por las cruces que orlaban sus blancas capas. Eran caballeros del
Temple, templarios venidos del Oriente a los que sus maestres habían destinado
a estas tierras del Finisterre. Habían sido luchadores contra musulmanes de
Saladino. Habían sufrido derrota y habían huido contraviniendo las normas de su
orden. Por eso estaban aquí.
Vista de la capilla desde el area recreativa que la rodea |
Tenían como misión guardar esta humilde
iglesia. Estaba aquí, en ninguna parte, aislada, solitaria. Inmensa en la
riqueza que contenía. Aunque su aspecto no dejara adivinarlo. Su humildad externa
era la máscara de su tesoro oculto.
Siempre fueron los canteros templarios
maestros en el labrado de la piedra y artesanos del acertijo. Tenían, además de
la misión de construir, la de anotar en las obras de piedra que componían los
secretos que debían ocultar y luego transmitir. Eran sabios en cantería y
maestros en misterios. Se decía de ellos que guardaban en sus cabezas los
grandes secretos de los enormes tesoros de Tierra Santa y de los conocimientos
sublimes de sus maestres.
Y esto guardaban los once. Los signos sagrados
que decoraban esta capilla. Los que eran el testamento de la humillada orden,
la derrotada, la que había pasado por la ignominia de saber perjuro a su Gran
Maestre. Aquí se encontraba todo. La historia de lo ocurrido, la sabiduría que
no lo impidió, el escondite de sus riquezas.
Se acercaba la noche y era de natividad.
Carecían de todo estos monjes y guerreros. Solo tenían su soledad. Y la capilla
que custodiaban.
Caídas las primeras sombras se refugiaron en
su interior. Por los estrechos y altos ventanucos, más aspilleras guerreras que
miradores, penetraba breve luz de estrellas. Miraron al rosetón sobre la
puerta. Once puntas. Una por caballero. Así era desde que la construyeron. Por
ella estaban allí once. Uno por extremo.
Poco a poco fueron mirando más y más a la
roseta. Algo extraño ocurría en ella. No sabían bien que. Algo era diferente en
esta noche navideña.
Al rato lo entendieron. Un poco por sí mismo,
otro poco por lo extraño, supieron que en esa noche la roseta no tenía once
puntas. Eran doce. Una más. Un caballero más. Y lo había. En el centro de la
nave, la humilde nave de San Miguel, un niño dormía apacible sobre las brezas
ante el altar.
Y así permaneció toda la noche. Hasta las
primeras luces del alba. Hasta que amaneció. En ese momento el rosetón volvió a
tener once puntas y el niño desapareció.
Desde entonces, todas las noches de la
Navidad, los que se aproximan a esta iglesia-capilla juran que el rosetón tiene
doce puntas. Las cuentan y recuentan y siempre son doce. Hasta la mañana. Hasta
el Alba. Entonces, vuelven a ser once.
Preciosa leyenda. Por cierto, laa vistas de Pontedeume desde lo alto son espectaculares.
ResponderEliminarGracias Jesus. Me gusta que te guste. Ya ire publicando mas leyendas y cosillas de Breamo en particular y de Pontedeume en general.
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