lunes, 21 de mayo de 2018

BREAMO, UNA ERMITA DE LEYENDA



Templarios. Cuando oímos hablar de ellos siempre nos viene a la mente Jerusalén, las cruzadas, desierto, batallas a golpe de espada entre cristianos y musulmanes. Salvajismo y caballerosidad en el nombre del Dios que sea. Siempre se nos suele olvidar que para ver todo lo anterior en el siglo XI no teníamos que irnos hasta Palestina, casi todo lo que menciono antes, lo teníamos aquí. De hecho, Al-Manshur (Almanzor para los amigos de Jesús) llego a Santiago de Compostela y se llevo las campanas de la catedral para decorar su casa en Córdoba.

Vista de la ermita desde el acceso principal
Vale, igual aquí no había desierto ni cruzadas; pero salvajismo y caballerosidad, así como batallas a golpe de espada entre cristianos y musulmanes, musulmanes contra musulmanes, cristianos contra cristianos… Bueno ya se sabe que en este país nos mola matar al vecino siempre que no haya un enemigo común que venga de fuera.
A lo que estábamos que luego nos perdemos, aquí cerca de Ferrol; concretamente en Pontedeume; también hubo presencia Templaría. La pequeña ermita de San Miguel de Breamo, fue posesión templaría.

Para llegar hasta Breamo tenemos que ir en dirección Betanzos – Coruña por la N-651 hasta llegar a Pontedeume. Pasamos el pueblo siguiendo en dirección Betanzos – Coruña y poco después de las curvas de Campolongo, encontraremos una carretera que parte desde El Barro y que nos llevara, con un desvió, directamente a la capilla. No tenéis más que seguir las señales, que está muy bien indicado. Una vez que encontréis el camino, si vais en coche no deberíais ir muy rápido pues la carretera es estrecha y sinuosa. Tampoco es buena idea que observéis las impresionantes vistas que hay por el camino en marcha así que sinceramente si es vuestra primera subida a Breamo, y lleváis una cámara en la mano… Os recomiendo encarecidamente hacerla andando.

Ahora os contare un poco acerca de lo que deberíais esperar encontrar una vez que lleguéis a la cumbre del monte.

La iglesia románica de San Miguel de Breamo es la única construcción que se conserva del monasterio de clérigos de San Agustín, cuyas dependencias desaparecieron a principios del siglo XVII. Este templo presenta planta de cruz latina con cabecera de tres ábsides. Lo primero que llama la atención es su solidez y austeridad; apenas posee vanos de iluminación, ya que estos se reducen a los óculos, abiertos en la fachada principal y en los hastiales del crucero. La puerta de ingreso, en la fachada occidental, es estrecha y sin las habituales arquivoltas que confieren la sensación de amplitud al vano.

Algunas leyendas dicen que esta iglesia se levantó sobre un antiguo templo celta, y a su alrededor circulan infinidad de historias sobre brujas, pasadizos secretos, animales mitológicos, tesoros escondidos… No se sabe con absoluta certeza la fecha de construcción, que posiblemente date del siglo XII; pero muchas teorías apuntan a que la iglesia se terminó en el año 1187, como figura en un grabado de la fachada, aunque existe un documento en el Tumbo de Caaveiro que probaría que la construcción del templo fue anterior a 1169, año en el que está datada dicha documentación.

Mesa de piedra del area recreativa que rodea la ermita
Una vez que hayáis llegado a la cima del monte y tengáis la ermita a tiro yo lo que suelo hacer es sentarme en uno de los bancos que hay frente al acceso principal del templo y una vez regulado comienzo a disparar desde aquí. Según como tengamos el día es un buen lugar para que si tenemos el trípode nos hagamos un buen HDR. Sin duda alguna esta ermita queda genial en HDR.

Mi siguiente paso es, por supuesto el siguiente banco, y así me iré desplazando hacia mi derecha realizando un movimiento de rotación alrededor del templo y del área recreativa que tiene detrás, y en la que los días 8 de mayo y 29 de septiembre se celebra la romera de San Miguel de Breamo.

Sobre esta ermita se han contado montones de leyendas, pero sin duda la que a mi mas me gusta, y que además tiene relación directa con el hecho de que esta pequeña capilla sea una capilla templaría es la leyenda del niño que os voy a relatar ahora y que espero que os guste.


LA LEYENDA DEL NIÑO Y LOS ONCE TEMPLARIOS 


Corría el mes de diciembre de 1224. Cerca de la iglesia de San Miguel, en Breamo, once hombres rodeaban en silencio una hoguera que les calentaba y calmaba algo de la tremenda humedad que la lluvia provocaba. Eran gente madura, de armas por las lanzas y espadones que portaban, de iglesia por las cruces que orlaban sus blancas capas. Eran caballeros del Temple, templarios venidos del Oriente a los que sus maestres habían destinado a estas tierras del Finisterre. Habían sido luchadores contra musulmanes de Saladino. Habían sufrido derrota y habían huido contraviniendo las normas de su orden. Por eso estaban aquí.
Vista de la capilla desde el area recreativa que la rodea

Tenían como misión guardar esta humilde iglesia. Estaba aquí, en ninguna parte, aislada, solitaria. Inmensa en la riqueza que contenía. Aunque su aspecto no dejara adivinarlo. Su humildad externa era la máscara de su tesoro oculto.

Siempre fueron los canteros templarios maestros en el labrado de la piedra y artesanos del acertijo. Tenían, además de la misión de construir, la de anotar en las obras de piedra que componían los secretos que debían ocultar y luego transmitir. Eran sabios en cantería y maestros en misterios. Se decía de ellos que guardaban en sus cabezas los grandes secretos de los enormes tesoros de Tierra Santa y de los conocimientos sublimes de sus maestres.

Y esto guardaban los once. Los signos sagrados que decoraban esta capilla. Los que eran el testamento de la humillada orden, la derrotada, la que había pasado por la ignominia de saber perjuro a su Gran Maestre. Aquí se encontraba todo. La historia de lo ocurrido, la sabiduría que no lo impidió, el escondite de sus riquezas.

Se acercaba la noche y era de natividad. Carecían de todo estos monjes y guerreros. Solo tenían su soledad. Y la capilla que custodiaban.

Caídas las primeras sombras se refugiaron en su interior. Por los estrechos y altos ventanucos, más aspilleras guerreras que miradores, penetraba breve luz de estrellas. Miraron al rosetón sobre la puerta. Once puntas. Una por caballero. Así era desde que la construyeron. Por ella estaban allí once. Uno por extremo.

Poco a poco fueron mirando más y más a la roseta. Algo extraño ocurría en ella. No sabían bien que. Algo era diferente en esta noche navideña.

Al rato lo entendieron. Un poco por sí mismo, otro poco por lo extraño, supieron que en esa noche la roseta no tenía once puntas. Eran doce. Una más. Un caballero más. Y lo había. En el centro de la nave, la humilde nave de San Miguel, un niño dormía apacible sobre las brezas ante el altar.

Y así permaneció toda la noche. Hasta las primeras luces del alba. Hasta que amaneció. En ese momento el rosetón volvió a tener once puntas y el niño desapareció.
Desde entonces, todas las noches de la Navidad, los que se aproximan a esta iglesia-capilla juran que el rosetón tiene doce puntas. Las cuentan y recuentan y siempre son doce. Hasta la mañana. Hasta el Alba. Entonces, vuelven a ser once.

Nos vemos en el próximo paseo.

No dejes de seguirme en Facebook, en Flickren Instagram y en Twitter

Y si quieres ver mi página web es esta.


2 comentarios:

  1. Preciosa leyenda. Por cierto, laa vistas de Pontedeume desde lo alto son espectaculares.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Jesus. Me gusta que te guste. Ya ire publicando mas leyendas y cosillas de Breamo en particular y de Pontedeume en general.

      Eliminar

Powered By Blogger